miércoles, 21 de febrero de 2007

Calculo meteorológico : 2 x 3 llueven piedras.

Recuerdo aquel suceso, creí que se caía el cielo, de una buena vez y para siempre. Al comienzo estaba perplejo, no lo podía creer. Miraba la lluvia y mientras contemplaba la postal de aquella tarde gris, cerraba abruptamente los ojos como queriendo capturar una imagen instantánea de aquel momento y fijarla para siempre en mi recuerdo.
Aquel espectáculo era sorprendente y maravilloso, un regalo imprevisto que la naturaleza ofrecía a nuestra mirada cansada de mirar, sin ver, siempre lo mismo.
Los minutos pasaron y la lluvia continuaba. Mas y mas piedras, cientos, miles, millones de ellas por todos lados. Luego, con el correr de los minutos, la novedad se disipaba y lo que en principio resultaba único e irrepetible se fue convirtiendo en habitual, rutinario, monótono, y hasta aburrido.

Recuerdo que mientras las piedras se apilaban formando montañas de nieve en el piso, yo las observaba con indiferente fastidio. Ya estaba un poco cansado de ver aquella rutinaria caravana de cascotes, como una persiana gigante en el aire, cayendo sin ninguna intención. El clima infernal despertó en mi el deseo de iniciar, íntimamente y en secreto, un juego maligno.
Tímidamente y con vergüenza decidí imaginar todas esas piedras cayendo oportunamente sobre aquello que mis ojos eligiesen. Debía ser cauto y saciar mi instinto tanático sin que nadie saliese perjudicado. Salve la salud, la casa y las pertenecías de todos los niñas y niños, también resguarde a las nobles mujeres y a los buenos hombres.... Ya sin ellos, solo podía jugar con objetos materiales sin valor.

Decidí empezar. Por momentos guiaba la mirada con intención, deseando que mi vista, inconscientemente, encuentre y justifique el punto de impacto donde deberían caer las piedras y destruirlo todo. Ahí lo vi, sobre un edificio elegante y coqueto de Recoleta : un inmenso techo de vidrio. Era vulgar y ostentoso. Sin ninguna otra intención que ser decorativo de un equilibrio aristocrático, que poco a poco, se desarreglaba con cada piedra que lo impactaba.
Pensé en otros techos que se incorporan con digna humildad, sin mas pretensión que sobrevivir al clima para abrigar a quienes en ellos se cobijan. Pensé en esos techos que se desgarran frágiles e impotentes con cada viento tenue, mientras son ignorados y abandonados a su propia suerte.

Desde allí, detrás de la ventana de Recoleta, impune y al resguardo de la culpa, enfoque mis ojos decididamente en ese absurdo techo vidriado que se exhibía delante de mi. Fije mi vista sobre el, como si fuese una resolución condenatoria a que le llegue su hora. Finalmente, sin vergüenza ni pudor, dispare mi deseo con toda intención. En ese instante, presencie gozoso, como la lluvia de piedras se desplomaba con brutal fuerza sobre toda aquella elegante superficie techada, haciéndola estallar en cada rincón de su reposada transparencia, hostigándola incansablemente, sin pausa y con violencia, hasta romperla toda.

Sonreí, al menos una vez, todos fuimos vulnerables a las piedras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mirá que resultaste MALITO. Mostraste la veta marmol travertino!!!!
Besos de pico.

Anónimo dijo...

daaaaaleeeeeee, no te hagas el maligno que sos re bueno, ja ja ja. Muchos besos.